viernes, 18 de mayo de 2012

Empezando por el principio

Hay una convicción especial que no he anotado en mi primera entrada, no porque me haya olvidado de ella, sino porque creo que requiere mención especial.
Yo renuncio al derecho al trabajo.
Según la RAE

trabajo.
1. m. Acción y efecto de trabajar.
2. m. Ocupación retribuida.
3. m. obra (cosa producida por un agente).
4. m. Obra, resultado de la actividad humana.
5. m. Operación de la máquina, pieza, herramienta o utensilio que se emplea para algún fin.
6. m. Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital.
7. m. Lugar donde se trabaja. Vivo muy lejos de mi trabajo.
8. m. Dificultad, impedimento o perjuicio.
9. m. Penalidad, molestia, tormento o suceso infeliz. U. m. en pl.
10. m. Mec. Producto de la fuerza por el camino que recorre su punto de aplicación y por el coseno del ángulo que forma la una con el otro.
11. m. coloq. Cuba, Ur. y Ven. Preparación por medio de poderes sobrenaturales de una persona para protegerla o para perjudicarla, y de una cosa para usarla como amuleto.
12. m. pl. Estrechez, miseria y pobreza o necesidad con que se pasa la vida.

resumiendo y a lo que nos interesa:
  • Ocupación retribuida
  • Esfuerzo humano aplicado a la producción de la riqueza, en contraposición del capital.
  • Dificultad, impedimento o perjuicio.
  • Penalidad, molestia, tormento o suceso infeliz.
  • Estrechez, miseria y pobreza o necesidad con que se pasa la vida.
Menudo derecho. Teniendo derechos como este ¿para qué queremos las obligaciones?
El trabajo sólo es uno de los dos únicos medios que hemos sido capaces de idear para solventar nuestras necesidades. El otro es el vivir a costa de los demás por medio del engaño. De los que han elegido este último medio es de donde sale lo de que el trabajo dignifica.

Por lo tanto, empecemos por el principio.
¿Para qué tenemos que ponernos de acuerdo?.
Para vivir mejor, para satisfacer nuestra necesidad de sentirse en grupo y amados, para conseguir hacer las cosas, el trabajo, más llevadero, para evitar a los que quieren vivir a costa nuestra.
Y ¿en qué tenemos que ponernos de acuerdo?
Solo en lo estrictamente necesario. En una serie de normas básicas de convivencia y en cómo organizar el trabajo de la forma más equitativa posible y que suponga menos "Estrechez, miseria y pobreza o necesidad con que se pasa la vida" y nos deje vivir con alegría y amor. Y en cómo perseguir a muerte la mentira, sustento de la situación actual y de muchos siglos anteriores.
Con los conocimientos que tenemos a estas alturas estamos en disposición de llegar a ser de verdad "los reyes de la creación" (pura retórica, soy ateo).
Pero claro, resulta que hace unos miles de años nuestros antepasados cometieron el pecado original. Pero el pecado original no fue haber comido una manzana. El pecado original fue haber delegado en exceso y desconociendo el poder de la mentira. Aquellas fueron otras circunstancias y es bastante probable que gracias a ese pecado hayamos sido capaces de llegar hasta aquí. Para lo bueno y para lo malo. Pero ahora ya estamos aquí y las circunstancias son otras.
Ahora, que ya hemos conseguido suficientes métodos, medios y conocimientos para realizar el trabajo sin tantos esfuerzos, el problema es otro: cómo se le da la vuelta a la excesiva delegación.
Porque el poder existe y se ha hecho fuerte. Muy fuerte.
Pues, yo creo que la cosa es mucho más sencilla de lo que parece. ¡Ojo! digo sencilla, no fácil.
Bien, basta de preámbulos. En mi siguiente entrada entraré al grano.

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